Mesas y Bancos ALABE
Una curva mínima puede contener una idea entera.
Las piezas que aquí se presentan no nacen del capricho ni del diseño como adorno, sino de la voluntad de que los objetos respiren. Que contengan en su forma una tensión: entre lo firme y lo leve, entre lo geométrico y lo humano, entre el estar y el moverse.
Cada mesa es una presencia que no necesita explicarse, pero que transforma el espacio al habitarlo. Sus curvas no son elocuentes: son necesarias.
Narrativa
En ingeniería, el alabeo es la torsión sutil que sufre una superficie bajo ciertas fuerzas.
En esta mesa, ALABE es el gesto que la libera de la rigidez.
ALABE es una mesa que contiene una torsión mínima. Una pata que se desvía, apenas, de la geometría perfecta, como si respondiera a una fuerza invisible, como si la madera recordara que alguna vez fue rama, que alguna vez supo lo que era ceder.
ALABE es la voluntad de desviarse sin romperse.
Hay en ella una coreografía mínima: la memoria de un cuerpo que se adapta, de un pensamiento que no se obstina, de una materia que cede con dignidad.
ALABE habla de equilibrio imperfecto, de belleza que no es simétrica.
Habla de cómo la vida se expresa a través de tensiones suaves, de cómo todo lo que es verdadero tiende a alabeo: el tiempo, el rostro, el deseo.
Esa curva no es ornamento, es gesto.
Como el alabeo de una superficie que ha sentido algo.
Como una respuesta natural al entorno.
Un movimiento interno que se vuelve forma.
ALABE no busca la simetría absoluta.
Busca la tensión que crea armonía, la imperfección que da sentido, la huella del tiempo sobre lo que permanece.
En su estructura hay rigor, pero también libertad.
Como un cuerpo que se adapta sin perder su centro.
La curva en su base no desordena: equilibra.
Humaniza.
Recuerda que lo bello no es lo perfecto, sino lo que vibra con lo vivo.